The White House
Office of the Press Secretary
Declaraciones del Presidente en la Conferencia Sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio
Edificio de las Naciones Unidas Nueva York, Nueva York
4:49 P.M. EDT
EL PRESIDENTE: Buenas tardes. Sr. Secretario General, delegados, damas y caballeros.
En la carta de estas Naciones Unidas, nuestros países prometieron trabajar por “la promoción del avance económico y social de todos los pueblos”. En la Declaración Universal de Derechos Humanos, reconocimos la dignidad y derechos inherentes de toda persona, incluido el derecho a un buen estándar de vida. Y hace una década, en el ocaso del anterior milenio, fijamos objetivos concretos para liberar a nuestro prójimo: hombres, mujeres y niños, de la injusticia y la extrema pobreza.
Ésos son los estándares que fijamos. Y hoy debemos preguntarnos: ¿Estamos cumpliendo las responsabilidades que tenemos para con los demás?
Sospecho que algunos de los países más acaudalados quizá se pregunten, ahora que pasamos dificultades económicas, que tanta de nuestra gente está sin trabajo y tantas familias apenas subsisten, ¿por qué una cumbre sobre desarrollo? Y la respuesta es simple. En nuestra economía mundial, el progreso de incluso los países más pobres puede promover la prosperidad y seguridad de gente mucho más allá de sus fronteras, incluidos mis conciudadanos estadounidenses.
Cuando un niño muere de una enfermedad prevenible, nos remuerde la conciencia a todos. Cuando se priva a una niña de educación o se le niega a su madre igualdad de derechos, se socava la prosperidad de su nación. Cuando un joven empresario no puede abrir una empresa nueva, es un obstáculo a la generación de empleos y creación de mercados en el país de ese joven empresario y también en el nuestro. Cuando millones de padres no pueden mantener a sus familias, eso contribuye a la desesperación y alimenta la inestabilidad y el extremismo violento. Cuando una enfermedad no se controla, puede poner en peligro la salud de millones en todo el mundo.
Por lo tanto, pongamos de lado el antiguo mito de que el desarrollo es simplemente caridad que no nos beneficia. Y rechacemos el cinismo que dice que ciertos países están condenados a la pobreza perpetua, pues los últimos 50 años han sido testigos de más logros en el desarrollo humano que ninguna otra era de la historia. Se erradicó una enfermedad que había causado estragos durante varias generaciones: la viruela. El cuidado de salud ha llegado a los rincones más recónditos del mundo y ha salvado la vida de millones. Desde América Latina hasta África y Asia, los países en desarrollo se han convertido en líderes de la economía mundial.
Tampoco se puede negar el progreso hecho en ciertos Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se les han abierto las puertas de la educación a decenas de millones de niños de ambos sexos. Han disminuido los casos de VIH/SIDA y malaria y tuberculosis. Ha aumentado el acceso al agua potable. Alrededor del mundo, se ha logrado que cientos de millones de personas salgan de la extrema pobreza. Todo eso es positivo y es prueba de la extraordinaria labor que se ha hecho por los países internamente y por la comunidad internacional.
Sin embargo, también enfrentamos el hecho de que el progreso hacia otros objetivos que se fijaron no ha sucedido suficientemente rápido, ni mucho menos. No para los cientos de miles de mujeres que pierden la vida todos los años al dar a luz. No para los millones de niños que mueren de la agonía de la desnutrición. No para casi 1,000 millones de personas que padecen las penurias del hambre crónica.
Ésta es la realidad que debemos enfrentar: que si la comunidad internacional simplemente sigue haciendo lo mismo y de la misma manera, quizá alcancemos logros moderados aquí o allá, pero no alcanzaremos muchos de los objetivos de desarrollo. Es un hecho. Ahora que ya han transcurrido 10 años y faltan apenas cinco antes del plazo para nuestros objetivos de desarrollo, debemos hacer más.
Ahora bien, sé que ayudar a comunidades y países a lograr un futuro mejor no será fácil. Lo he visto en el transcurso de mi vida. Observé a mi madre trabajar para sacar de la pobreza a residentes de zonas rurales desde Indonesia hasta Pakistán. Lo vi en las calles de Chicago, donde trabajé como organizador comunitario para tratar de lograr mejoras en vecindarios subdesarrollados en este país. Es trabajo duro. Pero sé que el progreso es posible.
Como Presidente, he dejado en claro que Estados Unidos hará su parte. Mi estrategia de seguridad nacional reconoce que el desarrollo no sólo es un imperativo moral, sino un imperativo estratégico y económico. La secretaria de Estado Clinton está encabezando un estudio para afianzar y coordinar mejor nuestros esfuerzos diplomáticos y para el desarrollo. Estamos volviendo a participar activamente en instituciones multilaterales para el desarrollo. Y estamos reestructurando la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (United States Agency for International Development) como la principal agencia de desarrollo del mundo. En pocas palabras, estamos asegurándonos de que Estados Unidos sea un líder mundial en el desarrollo internacional en el siglo XXI.
Pero también reconocemos que las viejas estrategias no serán suficientes. Por eso, en Ghana el año pasado propuse una nueva estrategia para el desarrollo que dará rienda suelta a cambios transformadores y permite que más personas tomen control de su propio destino. Al fin y al cabo, ningún país quiere depender de otro. Ningún líder con orgullo en esta sala quiere pedir ayuda. Y ninguna familia quiere estar en deuda con otros por su ayuda.
Para ir en pos de esta visión, mi gobierno realizó un análisis integral de los programas de desarrollo de Estados Unidos. Escuchamos a los líderes del gobierno, organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil, el sector privado y las organizaciones filantrópicas, el Congreso y muchos de nuestros socios internacionales.
Y hoy, estoy anunciando nuestra nueva Política de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (U.S. Global Development Policy), la primera de su tipo por un gobierno estadounidense. Tiene origen en el compromiso perdurable de Estados Unidos con la dignidad y el potencial de cada ser humano. Y describe nuestra nueva estrategia y la nueva forma de pensar que guiarán nuestros esfuerzos generales para el desarrollo, incluido el plan que prometí el año pasado y que mi gobierno ha producido para ir en pos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En pocas palabras, Estados Unidos está cambiando su manera de operar.
En primer lugar, estamos cambiando nuestra definición de desarrollo. Durante demasiado tiempo, hemos medido nuestros esfuerzos según el dinero que gastamos y los alimentos y medicamentos que entregamos. Pero la ayuda por sí sola no es desarrollo. El desarrollo es ayudar a los países a realmente desarrollarse, a pasar de la pobreza a la prosperidad. Y necesitamos más que simplemente ayuda para producir ese cambio. Necesitamos aprovechar todas las herramientas a nuestra disposición, desde nuestra diplomacia hasta nuestra política comercial hasta nuestra política de inversión.
En segundo lugar, estamos cambiando nuestra manera de ver el objetivo final del desarrollo. Nuestro enfoque en la asistencia ha salvado vidas a corto plazo, pero no siempre ha mejorado esas sociedades a largo plazo, por ejemplo: los millones de personas que han dependido de la ayuda alimentaria durante décadas. Eso no es desarrollo; es dependencia, y es un ciclo que debemos romper. En vez de simplemente manejar la pobreza, debemos ofrecer a los países y pueblos una vía para salir de la pobreza.
Ahora, permítanme ser claro: Estados Unidos de Norteamérica ha sido y seguirá siendo un líder mundial en prestar ayuda. No abandonaremos a quienes dependen de nosotros para asistencia vital, sean alimentos o medicamentos. Cumpliremos con nuestras promesas y nuestros compromisos.
De hecho, mi gobierno ha aumentado la ayuda a los países menos desarrollados. Estamos trabajando con socios para finalmente radicar la polio. En base a los buenos esfuerzos de mi predecesor, continuaremos aumentando los fondos para combatir el VIH/SIDA, aumentando dichos fondos a un nivel récord, y eso incluye nuestro compromiso con el Fondo Mundial contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Y seremos líderes en tiempos de crisis, como lo hemos hecho desde el terremoto en Haití y las inundaciones en Pakistán.
Pero el propósito del desarrollo —y lo que se necesita en este momento— es crear las condiciones donde la asistencia ya no sea necesaria. Por lo tanto, buscaremos socios que quieran aumentar su propia capacidad para satisfacer las necesidades de su propio pueblo. Procuraremos desarrollo que sea sostenible.
Y basándonos en parte en las lecciones de la Corporación del Desafío del Milenio (Millennium Challenge Corporation), que ha ayudado a países como El Salvador a construir carreteras rurales y aumentar los ingresos de su pueblo, invertiremos en la capacidad de los países que están probando que están comprometidos con el desarrollo.
Recordando las lecciones de la Revolución Verde, estamos aumentando la colaboración científica con otros países e invirtiendo en ciencia y tecnología transformadora para ayudar a propiciar avances históricos en el desarrollo.
Por ejemplo, en vez de simplemente tratar el VIH/SIDA, hemos invertido en investigación pionera para finalmente crear una manera de ayudar a millones de mujeres a prevenir el contagio para comenzar.
En vez de simplemente entregar alimentos, nuestro programa de seguridad alimentaria está ayudando a países como Guatemala y Ruanda y Bangladesh a desarrollar su agricultura y mejorar su producción agrícola y ayudar a los agricultores a llevar sus productos al mercado.
En vez de simplemente entregar medicamentos, nuestro Programa Mundial de Salud (Global Health Initiative) también está ayudando a países como Mali y Nepal a desarrollar mejores sistemas de salud y brindar mejor atención. Y con ayuda económica y técnica, contribuiremos a que los países en desarrollo acojan la tecnología de energía limpia que necesitan para adaptarse al cambio climático y procuren crecer emitiendo menos carbono.
En otras palabras, estamos dejando en claro que nos asociaremos con países que están dispuestos a asumir la delantera, porque los días en que su desarrollo se dictaba por capitales extranjeras deben llegar a su fin. (Aplausos).
Esto me lleva al tercer pilar de nuestra estrategia. Para dar rienda suelta a los cambios transformadores, estamos poniendo renovado énfasis en la fuerza más poderosa que el mundo ha conocido para erradicar la pobreza y crear oportunidades. Es la fuerza que hizo que Corea del Sur pasara de ser beneficiario de ayuda a Donante de ayuda. Es la fuerza que ha aumentado los estándares de vida desde Brasil hasta la India. Y es la fuerza que ha permitido que países emergentes de África, como Etiopía y Malawi y Mozambique, desafíen los pronósticos y alcancen verdaderos logros hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluso mientras algunos de sus vecinos, como Costa de Marfil, han quedado rezagados.
La fuerza de la que estoy hablando es el crecimiento económico generalizado. Ahora bien, todo país sigue su propio camino a la prosperidad. Pero décadas de experiencia nos dicen que hay ciertos ingredientes que se requieren para un crecimiento sostenido y un desarrollo duradero.
Sabemos que los países tienen mayores probabilidades de prosperar cuando fomentan la capacidad empresarial; cuando invierten en su infraestructura; cuando expanden el comercio y acogen la inversión. Por lo tanto nos asociaríamos con países como Sierra Leona para crear entornos comerciales que sean atractivos para la inversión, que no la ahuyenten. Trabajaremos para derrumbar barreras para el comercio regional e instar a los países a abrir sus mercados a países en desarrollo. Seguiremos promoviendo una rueda de Doha ambiciosa y equilibrada, que funcione no sólo para las principales economías emergentes, sino para todas las economías.
También sabemos que los países tienen mayores probabilidades de prosperar cuando los gobiernos rinden cuentas de sus actos a su pueblo. Por lo tanto, estamos dirigiendo un esfuerzo mundial para combatir la corrupción, que en muchos lugares es, por sí sola, el mayor obstáculo para la prosperidad y que es una grave violación de los derechos humanos. Por eso ahora requerimos que las compañías petroleras, mineras y de gas que se capitalizan en Estados Unidos divulguen todos los pagos que les hacen a gobiernos extranjeros. Y por eso he instado al G20 a que incluya la corrupción en su orden del día y dificulte que los funcionarios corruptos le roben a su propio pueblo y frustren el desarrollo de su nación.
Estados Unidos se concentrará en nuestros esfuerzos de desarrollo en países como Tanzania que promueven el buen gobierno y la democracia; el imperio de la ley y la administración imparcial de la justicia; las instituciones transparentes con sociedades civiles sólidas, y el respeto de los derechos humanos, pues a largo plazo, la democracia y el crecimiento económico van de la mano.
Les tenderemos la mano a países que realizan la transición del autoritarismo a la democracia, y de la guerra a la paz. El pueblo de Liberia, por ejemplo, muestra que incluso tras años de guerra, es posible alcanzar grandes logros. Y a medida que otros muestren la valentía de dejar la guerra atrás—y esperamos que entre ellos esté Sudán—Estados Unidos respaldará a quienes procuran consolidar y mantener la paz.
También sabemos que los países tienen mayores probabilidades de prosperar cuando aprovechan el talento de todo su pueblo. Y por eso estamos invirtiendo en salud, educación y los derechos de la mujer, y trabajando para darle poder a la próxima generación de empresarias y líderes femeninas, pues cuando madres e hijas tienen acceso a oportunidades, es entonces que la economía crece, es entonces que el buen gobierno mejora.
Y es por eso que nos estamos asociando con jóvenes, quienes en países en desarrollo representan más de la mitad de la población. Estamos aumentando los intercambios educativos, como el que trajo a mi padre de Kenia aquí a Estados Unidos. Y estamos ayudando a jóvenes empresarios a tener éxito en una economía mundial.
Y como pilar final de nuestra nueva estrategia, insistiremos en más responsabilidad de parte propia y de los demás. Insistimos en el mutuo rendimiento de cuentas.
De nuestra parte, trabajaremos con el Congreso para hacer que nuestras inversiones estén más conformes con las prioridades de nuestros países socios. Guiados por las pruebas, invertiremos en programas que funcionan; eliminaremos aquéllos que no. Debemos tener un corazón grande pero también la cabeza fría en nuestra estrategia hacia el desarrollo.
A los demás países donantes: cumplamos con nuestros compromisos respectivos. (Aplausos). Propongámonos poner fin a las promesas vanas que no se cumplen. Comprometámonos con la misma transparencia que esperamos de los demás. Dejemos atrás el trillado y limitado debate sobre cuánto dinero estamos gastando y concentrémonos más bien en los resultados, si realmente estamos logrando mejoras en la vida de la gente.
Ahora bien, a los países en desarrollo, éste también debe ser su momento de responsabilidad. Queremos que prosperen y tengan éxito. Les conviene no sólo a ustedes sino también a nosotros. Queremos ayudarlos a que alcancen sus aspiraciones como nación e individualmente en cada uno de sus países.
Pero no existe sustituto para el liderazgo. Sólo ustedes y su pueblo pueden tomar las decisiones difíciles que darán rienda suelta al dinamismo de su país. Sólo ustedes pueden hacer las inversiones sostenibles que mejorarán la salud y bienestar de su pueblo. Sólo ustedes pueden llevar a sus países a un futuro más próspero y justo. Podemos ser socios, pero a fin de cuentas, ustedes deben asumir la delantera.
Finalmente, permítame decir esto. Ningún país puede hacer todo en todas partes y hacerlo bien. Para cumplir con nuestros objetivos, debemos ser más selectivos y centrar nuestros esfuerzos donde tenemos los mejores socios y donde podemos tener el mayor impacto. Y así como este trabajo no lo puede hacer un solo gobierno, tampoco puede limitarse a labor de gobiernos. De hecho, las fundaciones y el sector privado y las organizaciones no gubernamentales están haciendo compromisos históricos que han redefinido lo que es posible.
Y eso nos da la oportunidad de crear una nueva división de trabajo para el desarrollo en el siglo XXI. Es una división del trabajo con la que—en vez de tanta duplicación e ineficiencia—los gobiernos y las organizaciones multilaterales y no gubernamentales trabajan todos juntos. Cada uno hace la porción que realiza mejor, como lo estamos haciendo, como por ejemplo, para apoyar el plan para la seguridad alimentaria de Ghana, que ayudará a más agricultores a llevar más productos al mercado y ganar más dinero para mantener a sus familias.
Entonces, ése es el progreso que es posible. Juntos podemos colaborar de maneras inimaginables hace apenas unos años. Juntos podemos lograr el futuro que ninguno de nosotros puede lograr solo. Juntos podemos producir avances históricos en el desarrollo. Podemos hacerlo, pero sólo si avanzamos con la seriedad y el propósito común que el momento exige.
Desarrollo que ofrece una vía para salir de la pobreza porque todo niño merece una vida mejor. Desarrollo que aumenta la capacidad de los países de brindar el cuidado de salud y la educación que su pueblo necesita. Desarrollo que produce prosperidad más generalizada y forja la próxima generación de empresarios y economías emergentes. Desarrollo basado en la responsabilidad, rendimiento mutuo de cuentas y, más que nada, resultados concretos que llevan a comunidades y países de la pobreza a la prosperidad.
Éstos son los elementos de la nueva estrategia de Estados Unidos. Éste es el trabajo que podemos hacer juntos. Y éste puede ser nuestro plan, no simplemente para cumplir con nuestros Objetivos de Desarrollo del Milenio, sino para superarlos y continuarlos para beneficio de las próximas generaciones.
Muchas gracias a todos. Gracias. (Aplausos).
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