The White House
Office of the Press Secretary
Declaraciones del Presidente sobre la reconstrucción de la infraestructura de Estados Unidos
Jardín de las Rosas
11:08 A.M. EDT
EL PRESIDENTE: Buenos días a todos. Acabo de reunirme con el secretario del Tesoro Tim Geithner, el secretario de Transporte, Ray LaHood, y gobernadores como Ed Rendell, alcaldes como Antonio Villaraigosa, y economistas e ingenieros de todo el país para hablar sobre uno de los mayores desafíos de Estados Unidos: nuestra infraestructura en deterioro y la urgente necesidad de hacer que los estadounidenses vuelvan a trabajar en la labor de actualizarla para el siglo XXI.
También nos acompañan hoy dos ex secretarios de Transporte de ambos partidos políticos: Sam Skinner, que trabajó bajo el Presidente George H.W. Bush, y Norm Mineta, que trabajó en los gabinetes de tanto el Presidente Clinton como el Presidente George W. Bush. Están hoy aquí porque creen fervientemente en esta tarea.
Su cooperación –y, de hecho, la historia misma del país– prueban que esto es algo para lo cual tradicionalmente ha existido extenso respaldo de ambos partidos. Por lo tanto, Sam y Norm han estado dirigiendo un grupo bipartidista de más de 80 expertos quienes apenas la semana pasada dieron a conocer un llamado a la acción que exige una “reforma fundamental” de la estrategia de Estados Unidos hacia la financiación y construcción de nuestra infraestructura. Y hoy, mi Departamento del Tesoro y Consejo de Asesores Económicos (Council of Economic Advisors) dieron a conocer su propio estudio.
Y estos informes confirman lo que cualquier estadounidense ya les puede decir: nuestra infraestructura es deplorablemente ineficiente y anticuada. Durante años hemos pospuesto decisiones difíciles, y hoy nuestro viejo sistema de carreteras y caminos secundarios, rutas aéreas y líneas ferroviarias perjudican nuestro crecimiento económico. Hoy en día, la familia estadounidense promedio gasta al año más en transporte que en comida. Nuestras carreteras, congestionadas de tráfico, nos cuestan $80,000 millones al año en productividad perdida y combustible desperdiciado. Nuestros aeropuertos, abarrotados de pasajeros, cuestan casi $10,000 millones al año en pérdida de productividad debido a retrasos de vuelos. Y en algunos casos, nuestra deteriorada infraestructura cobra la vida de estadounidenses. No debe ser necesario que otro puente colapse o que otro dique falle para obligarnos a actuar después de un doloroso incidente.
Entonces, ya estamos pagando por nuestra falta de acción. Y lo que es peor, mientras más se desmejore nuestra infraestructura, más se perjudica nuestra ventaja competitiva. Otros países lo comprenden. Están invirtiendo al máximo en este rubro. Hoy, como porcentaje del PIB, invertimos menos de la mitad de lo que Rusia invierte en su infraestructura, menos de un tercio de lo que Europa Occidental invierte. En este momento, China está construyendo cientos de miles de millas de nuevas carreteras. En los próximos 10 años, planea construir decenas de nuevos aeropuertos. En los próximos 20 años, podría construir hasta 170 nuevos sistemas de transporte masivo. En todos los demás sitios, se piensa en grande. Están generando empleos ahora, pero también están pensando en ganancias futuras. El asunto es que es hora de poner fin a nuestra falta de previsión. Ya no podemos darnos el lujo de no hacer nada.
Lo que necesitamos es un sistema inteligente de infraestructura a la altura de las necesidades del siglo XXI, un sistema que fomente comunidades sostenibles con acceso más fácil a nuestros empleos, a nuestras escuelas, a nuestras viviendas; un sistema que disminuya el tiempo que pasamos viajando y aumente la facilidad de movimiento; un sistema que reduzca la congestión y aumente la productividad; un sistema que reduzca las emisiones dañinas con el tiempo y genere empleos ahora.
O sea que ya hemos iniciado esa labor. La Ley para la Recuperación (Recovery Act) incluyó la más seria inversión en nuestra infraestructura desde que el Presidente Eisenhower construyó el Sistema Interestatal de Carreteras (Interstate Highway System) en los años cincuenta. Y no estamos hablando simplemente de la reparación de carreteras y puentes y represas y diques, sino también estamos hablando de la red eléctrica inteligente y el Internet de alta velocidad y las líneas ferroviarias necesarias para competir en la economía del siglo XXI. Estamos hablando sobre inversiones que tengan impacto tanto inmediato como duradero.
Decenas de miles de proyectos que emplean a cientos de miles de trabajadores ya están en marcha en todo Estados Unidos. Estamos mejorando 40,000 millas de carreteras y reconstruyendo sistemas de agua y desagüe. Estamos implementando una red eléctrica más inteligente, más estable, más segura en 46 estados, que aumentará el acceso a fuentes renovables de energía y reducirá los costos para los clientes. Estamos avanzando con proyectos que conectan a las comunidades en todo el país a Internet de banda ancha y conectan a 31 estados por medio de una red ferroviaria que realmente es de alta velocidad. Y es más, muchos de estos proyectos están costando menos de lo presupuestado.
Al invertir en esos proyectos, hemos generado cientos de miles de empleos. Pero el hecho sigue siendo que casi uno de cada cinco trabajadores de construcción sigue desempleado y necesita trabajo. Y eso no tiene ningún sentido en un momento en que es necesario reconstruir tanto en Estados Unidos.
Por eso, el mes pasado, anuncié un nuevo plan a fin de mejorar para al largo plazo las carreteras, vías ferroviarias y pistas de aterrizaje de Estados Unidos. En los próximos seis años, reconstruiremos 150,000 millas de carreteras, suficiente como para darle la vuelta al mundo seis veces. Construiremos y mantendremos 4,000 millas de nuestras vías ferroviarias, suficiente como para ir de costa a costa. Y repararemos 150 millas de pistas de aterrizaje y avanzaremos a un sistema de control de tránsito aéreo de próxima generación que reduzca las demoras, para beneficio de los estadounidenses.
Este plan estará totalmente pagado. No contribuirá a nuestro déficit con el tiempo. Y vamos a trabajar con el Congreso para que así sea. Establecerá un banco de infraestructura para aprovechar el dinero federal y concentrarnos en las mejores inversiones. Queremos reducir el despilfarro y la burocracia al consolidar y recortar más de 100 programas diferentes que se duplican. Y cambiará la manera en que Washington opera al reformar el enfoque incongruente con el que el gobierno federal financia y mantiene nuestra infraestructura. Debemos concentrarnos menos en las despilfarradoras asignaciones para proyectos particulares y fórmulas anticuadas. Debemos concentrarnos más en la competencia e innovación; menos en medidas de política cortas de vista y más en nuestras prioridades económicas nacionales.
Entonces, invertir en nuestra infraestructura es algo que los miembros de ambos partidos siempre han respaldado. Es algo que grupos que van desde la Cámara de Comercio hasta la AFL-CIO apoyan hoy en día. Y al realizar estas inversiones en todo el país, no sólo haremos que nuestra economía funcione mejor a largo plazo, sino que generaremos buenos empleos de clase media en este momento.
Entonces, no hay motivo para no hacer esto. No hay motivo para que la mejor infraestructura del mundo deba estar al otro lado de nuestras fronteras. Éste es Estados Unidos. Siempre hemos tenido la mejor infraestructura. Se trata de obras necesarias. Hay trabajadores que están listos para realizarlas. Todo lo que necesitamos es voluntad política. Ésta es una temporada de opciones, y ésta es una verdadera opción: entre opciones… entre deterioro y prosperidad, y entre el pasado y el futuro.
Nuestro futuro nunca ha estado predestinado. Se ha forjado en base al arduo trabajo y los sacrificios de generaciones previas. Invirtieron ayer en lo que tenemos hoy en día. Así construimos los canales y vías ferroviarias y carreteras y puertos que permitieron que nuestra economía creciera a pasos agigantados. Así fuimos los líderes mundiales en nueva tecnología e innovación. Eso es lo que nos permitió forjar la clase media y ser líderes de la economía mundial en el siglo XX. Y si hemos de ser líderes en el siglo XXI, ésa es la visión que no podemos darnos el lujo de perder de vista ahora. Ése es el desafío que le toca asumir a esta generación. Ése es el desafío que este país enfrentará. Y con la ayuda de estos caballeros detrás mío y, espero, el firme apoyo de ambos partidos, no tengo la menor duda de que superaremos estos desafíos.
Muchas gracias a todos.
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